viernes, diciembre 11, 2009

After that we had japanese for dinner.

 

Esperamos en una esquina, mientras cierran el puesto de periódicos y revistas. El tráfico que se hace un desfile de luces si desenfocas la mirada lo suficiente. Los negocios están cerrados casi en su totalidad y la basura se acumula en la calle, donde los que se dedican a la pepena empiezan a seleccionarla, husmeando, separando, clasificando y contabilizando los desperdicios de una jornada. A unos metros de ellos, de nosotros, las ratas.

 

Corretean entre ellas. Algunas acarreando un trozo de pan, algún resto de comida. Aparecen y desaparecen entre las grietas de las banquetas. Es su hora, así que no le temen a la gente que pasa. Te detienes cerca y un par te dan vueltas, indiferentes a tu sorpresa. Y preguntas: ¿que pasaría si salen todas de una vez?

 

Hay gente mala por ahí. Individuos podridos. Personas enojadas con algo , con todos. Idiotas que desprecian más cosas de las que disfrutan. Son los exhibicionistas que pregonan sus afectos, sus querencias, sus galletas obtenidas como premio por hacer algún mandado. Son los que se cuelgan de los nombres de otros. Los que no soportan estar solos  necesitan ahogarse en medio de muchos y sus voces. Los de la felicidad instantánea, de a varo. Los que quieren que los veamos con un vasito rojo desechable en la mano, siempre, para que nos creamos también que viven contentos. Los que pretenden que, por el hecho de ignorarla, la consecuencia no los alcance.

 

Ellos, esos pendejos que sólo están aquí para medirse sus miserias con las de otros iguales, o peores.

 

Ellos son a quienes deberían comer las ratas una vez que se decidan a salir todas.

No hay comentarios.: