lunes, octubre 05, 2009

En mi casa tienen piedras como esas

 

Me gustaba mucho por tu casa. El camellón, las hojas secas. El sol naranja y la pendiente que se hacía fácil. Casi nunca nos encontrábamos a nadie y no había tienditas de la esquina, ni vecinos ruidosos, ni coches tocando la bocina para apurar a alguien. Era a veces como si no hubiera nadie, ni en la azotea ni al otro lado de la calle. No había ruidos….como si todos durmieran o estuvieran ocupados mirando alguna foto perturbadora o se estuvieran comiendo la caja entera del cereal, caminando por sus casas con la bata puesta y unas pantuflas de las que no hacen ruido al caminar. El sol naranja y la penumbra gracias a tu lámpara que no se encendía sino hasta que ya estaba todo muy obscuro afuera. Mirar hacia afuera y respirar bien hondo , como para conservar un poco de todo eso tan raro que pasaba y guardarlo bien adentro para que no se saliera ese aire contaminado por nadie en metros y metros cuadrados a la redonda. Luego salir y caminar pensando en lo bien que se está también afuera, siempre y cuando estemos los dos , aunque no hablemos… o si lo hacemos sea para hacer observaciones sobre la arquitectura de tus vecinos y sus gustos ochenteros y encontrar las mismas piedras de mi casa montadas en la pared de una casa a 45 metros de la tuya.

 

Quizá ahora tengamos que rentar en la misma zona cada que queramos caminar a la hora de la luz naranja y respirar bien hondo.

 

Sí. Hagamos eso pronto.

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